En los últimos meses estamos
asistiendo a un ataque sin precedentes a las energías renovables por parte del
gobierno español. Desafortunadamente este país siempre se ha caracterizado por
iniciar grandes gestas que lamentablemente los oligarcas mentecatos y
cortoplacistas que han estado dirigiendo a su antojo el país durante los últimos
siglos terminan por arruinar. La escenificación que pretenden presentar en el burdo
teatrillo a la “opinión pública” se fundamenta en el enorme coste que supone
las llamadas “subvenciones” a las renovables, despreciando y sin prestar la más
mínima atención a los estudios que por parte de asociaciones han publicado, en
las que se demuestra que pese al gasto realizado, existe un beneficio para el
país tales como la aportación al PIB, su
efecto en la balanza fiscal y comercial, el empleo, la contribución a la
autosuficiencia energética, etcétera.
Estas acciones obedecen en
realidad a un mandato claro dado por las grandes empresas eléctricas al
gobierno: “queremos recuperar nuestra hegemonía en la generación eléctrica para
imponer nuestros precios y apoderarnos a coste de derribo de las instalaciones
de generación de EERR”.
El mayor miedo que pueden tener
los caudillos eléctricos que manejan el cortijo español es la democratización
de la energía. La mayor virtud que tienen las energías renovables es la
independencia absoluta de grupos de control energético, ya que permiten que un
ciudadano cualquiera en su vivienda, disponga de autosuficiencia eléctrica sin tener
los cobros mensuales de la compañía.
En el caso de la fotovoltaica y
la eólica, que en Semana Santa han obligado por primera vez en la historia de
España a bajar la producción de centrales nucleares, ha hecho saltar todas las
alarmas en los cuarteles generales de las eléctricas españolas, infringiendo un
pánico escénico que ha desembocado en el despliegue mediático de acoso y
derribo al que estamos asistiendo.
La pérdida del dominio del que
gozan sobre la generación, transporte y distribución de un bien tan esencial y
básico para la humanidad y su desarrollo como es la electricidad, ha levantado
ampollas en el oligopolio eléctrico español, y puesto a sus lacayos políticos a
aplicarse y ganarse el puesto en alguno de sus consejos de dirección; para lo
cual se han comprometido a brindar su brazo gubernativo para acabar con un
sector industrial que podría haber sido uno de los pilares de la transición
estructural que este país necesita, al igual que la que ya nos negaron en la
revolución industrial de hace dos siglos.
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